+ Motor de cambios.
José Luis López Aranguren -filósofo español- dijo que lo contrario a la moral no es lo inmoral, sino la desmoralización.
En nuestra sociedad mexicana vienen ocurriendo desde hace mucho tiempo y cada vez más sucesos claramente inmorales, pero eso no es lo más preocupante sino la desmoralización a la que nos enfrentamos. Lo que antes fue inmoral, hoy nos parece hasta familiar, y sin embargo la mayoría prefiere entretener el pensamiento y la mirada en el "ya qué se puede hacer". Situación que va de la desensibilización sistémica hasta el último reducto de la desmoralización: la indolencia.
Estar desmoralizado es perder firmeza en las propias convicciones y dejar de creer en aquello que nos motivó a obrar enérgicamente. Es perder la fe y el sentido, con los resultados que narra el Dr. Viktor Frankl.
En el ambiente de la desmoralización es cuando más necesitamos de la participación. Ésta levanta la moral y genera una espiral en la que los más animosos emprenden acciones en donde otros redescubrirán sus propias posibilidades de realización. El que participa adquiere destrezas y desarrolla soluciones al conocer su problemática social y la gestión de objetivos generales. Establece relaciones de cooperación y experimenta la satisfacción de contribuir al bien de todos.
Los individuos activos y participativos lo son en cualquier aspecto de su vida social conforme a sus condiciones particulares. Pero participar significa mucho más que tener el derecho a opinar. La participación es un valor moral porque exige compromiso, ocuparse de lo común como propio y la cooperación con otros para obtener bienes para todos.
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